Anoche me escupieron la cabeza.
Big Fat Garzo deslizándose por mi pelo.
No de arriba, no de un edificio que desafortunado o afortunado fuera a darme a mi específicamente (con lo cual descarté una peor opción que la del escupitajo). No, no cayó del cielo, vino teledirigido, el anónimo autor compartía la vereda conmigo y por tanto no descarto haber sido un blanco más que una casualidad.
Vivir en ciudades como esta resulta en un aprendizaje continuo, es una práctica diaria.
Soy sádica: no te quiero menos Buenos Aires, te quiero más.
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