2.24.2013

Don't dismiss it like it's easy / Tell me what's so easy / 'Bout coming to say goodbye


Pasado mañana tengo el recital de Andrew Bird (aka el padre de mis hijos) y me parece que voy a llorar.
De hecho, las probabilidades son que se desencadene un moqueo histérico justo cuando empiece el punteo.
Voy sola así que sólo le pondré los pelos de punta a los extraños que me rodeen.

Seis días después me tomo un avión, rumbo a la tierra natal pero un avión al fin, la idea de irme no me la saca nadie (especialmente porque nunca existió el concepto de "volver" así que para mi es irme). 

El plan es así: voy a ver en vivo al hombre que vengo pidiendo los últimos tres cumpleaños y voy a llorar; voy a seguir levantándome cada día y voy a llorar o voy a pensar en llorar o voy a escribir sobre llorar hasta que sea el día en que el taxista me toque el timbre y me lleve al aeropuerto, ahí voy a respirar; cuando esté sola esa noche probablemente llore otro poco aunque más no sea por no romper la tradición de llorar a las pocas horas de haber pisado la tierra del sol; voy a imaginar una bola de nieve de stress y mis hermanos van a hablar de mi cara de orto, yo voy a pensar en mi foto de perfil de facebook; voy a medir metro ochenta y me voy a ahogar en vodka tonic, a esconderme en el baño hasta que lleguen mis refuerzos a la media noche; después voy a borrarlo todo de mi mente, tomarme otro avión y decirle al coordinador del área de salud mental de mi obra social que un día empecé a llorar y nunca paré, y me va a dar un nombre, y yo a ese nombre le voy a dar otro nombre.


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